Mi experiencia con el amor “romántico” ha sido un tanto compleja, una complicada mezcla de amores y de desamores, de encuentros y de desencuentros.
Algo parecido a una novela que de rosa no ha tenido nada.
Pero claro, no puedo negar que también lo he disfrutado y sobretodo que he aprendido en cada uno de ellos.
He vivido muchos enamoramientos a lo largo de mi vida, los cuales han tenido varias cosas en común:
Al conocer a una persona que despertaba en mí una serie de ilusiones y de anhelos una parte de mí siempre sospechaba que finalmente algo ocasionaría que ese romance acalorado llegaría a su fin.
Estaba presente el miedo de que la persona perdiera el interés en mí o de que se fuera de mi vida sin estar yo lista.
También sentía miedo de ser yo quien perdiera el interés y de no saber cómo terminar la relación, quedando atrapada sin salida.
Mi relación con el amor “romántico” comenzó cuando era niña y veía las telenovelas, las caricaturas, las películas o al escuchar canciones de amor.
En ellas se presentaban diferentes temas relacionados con enamorarse, vivir en pareja, enfrentarse a infidelidades, terminar relaciones, entre muchos otros.
En la mayoría de estas tramas las personas protagonistas acababan al final casándose y siendo felices “para siempre” tras haber tenido que luchar contra diferentes adversidades que en algún momento amenazaban con separarles Sin embargo, el “amor verdadero” siempre ganaba.
Grandes historias en las que parecía que dejarlo todo por una persona era una muestra de amor, donde incluso se podía llegar al suicidio por un desamor y esto ser una prueba de la importancia que tenía la persona amada, en donde al estar en relaciones de pareja alguna de las partes renunciaba en nombre del amor a su profesión, a sus amistades, a su familia, volviendo a su pareja el centro de su existencia, donde los celos eran una muestra de querer a la otra persona: “si no te cela no te quiere”.
Aquellas construcciones sobre el amor romántico tienen como base un sistema de pareja heterosexual, cisgénero, monógamo, patriarcal, con fines reproductivos en el que los amantes viven el un@ para el otr@, se completan al encontrarse y dura hasta que la muerte les separe.
Estas narrativas están conformadas por los diferentes mitos del amor romántico: “el amor es ciego y todo lo puede”, “las personas tenemos una media naranja”, “si desaparece la pasión es que se ha acabado el amor”, “la monogamia como pilar básico”.
Comencé a tener relaciones de pareja replicando todas aquellas formas de relacionarse y de sentir que había introyectado, es decir, que me había tragado sin masticar, a través de los medios de comunicación, de mi familia, de la escuela, de la sociedad y de la religión.
Creía que ante determinadas situaciones o ante ciertos comportamientos de mi pareja se “esperaría” que sintiera algo en particular o que lo que tocaba era reaccionar de determinada manera, por ejemplo, si mi pareja me decía que le gustaba otra persona o le veía coqueteando con alguien se supondría que yo estaría viviendo una” falta de respeto”, por lo tanto me enojaría y se supondría que mi pareja estaría en la obligación de reparar el daño (al menos si no quería seguir siendo castigada con el látigo de mi indiferencia).
Si mi pareja me decía un día que estaba cansada y no tenía ganas de verme o que prefería salir con sus amigos, podía sentirme herida: ¿Acaso ya no me quiere? ¿No tendría que ser yo su prioridad?.
Como era de esperarse la persona en cuestión se cansaba de mi exceso de control e inseguridad y acababa dejándome, pudiendo yo confirmar mi teoría: no soy suficiente para nadie!
Nuestra forma de sentir, de vivir, de interpretar el amor y las relaciones, aquellos valores que consideramos indispensables al estar en pareja son el resultado de una construcción social en la que están implicados muchos factores.
Algunas de estas creencias pueden apoyarnos para vivir relaciones que nos generen bienestar y un espacio seguro de respeto y crecimiento.
Pero otras, pueden volverse un caldo de cultivo para diferentes tipos de sufrimientos.
Bigitte Vasallo, una escritora y activista antirracista, feminista, habla sobre la jerarquía que le damos a la pareja en relación a nuestros demás vínculos y que esto nos puede llevar a poner “todos los huevos en una misma canasta” pudiendo traer esto, como consecuencia, que nuestro mundo comience a girar en relación de nuestra pareja y dejarnos vulnerables ante diferentes formas de violencia.
Es importante que cada miembro de la pareja pueda revisar sus propias creencias y “deberías”, identificando de dónde los aprendio y qué tanto está de acuerdo con ellos en el presente, pudiendo de esta forma actualizarlos.
En este sentido, el realizar un trabajo personal para sanar aquellas heridas de la infancia y aquellos asuntos inconclusos del pasado puede ser un aspecto que nos ayude a relacionarnos sin llevar a la relación pesos antiguos.
En lo personal, ahora puedo reconocer que quedan en mí vestigios del amor romántico, en algunos momentos aparecen y puedo identificarlos claramente, incluso reírme de ellos, pero también hay otros momentos donde me toman por sorpresa, llevándome a sentir y reaccionar de formas que pueden generarme dolor y vergüenza.
La buena noticia es que tod@s podemos darnos cuenta de la forma en la que las diversas manifestaciones del amor romántico están presentes en nuestra vida y cuestionarlas, tomando conciencia de la forma en la que nos impactan.
Un primer paso es siendo compasiv@s con nosotr@s mism@s y eligiendo la forma en la que queremos vivir nuestras relaciones.
Psic. Teresa Salgado Borge
Psicoterapeuta Gestalt
.
Comments