Sobreviví con el cuerpo entero tras la experiencia de ir a esquiar en la montaña. Comencé en la pista para principiantes; me sentía como una niña pequeña aprendiendo a caminar, con temor ante mi dificultad para frenar al tomar velocidad. Estuve cerca de chocar con algunas personas, lo cual me iba poniendo cada vez más nerviosa, parecía que mis opciones para frenar eran estamparme contra alguien o lanzarme a la nieve, no tenía mucha fuerza en las piernas para hacer la frenada que llaman cuña.
Me sentía torpe y vulnerable. Pensé que quizá no era una buena idea esquiar, total podía tomar un café y contemplar los paisajes hermosos. La amiga con la que fui, quien tiene mucha experiencia esquiando, me fue a ver a la pista de principiantes en la que me encontraba. Comenzó a explicarme cómo frenar y cómo hacer para controlar la velocidad. Me mostró cómo debía de mover el cuerpo y cómo debía poner fuerza en las piernas.
Pero sobre todo me dio APOYO. Me di cuenta de que mi forma de experimentar el miedo y el riesgo que conlleva hacer algo nuevo, cambia por completo viviéndolo en soledad, a diferencia de cuando cuento con la presencia de alguien disponible para darme su apoyo, lo cual me invita a ir más allá de lo que considero mis límites.
Al encontrarme sola, me es más fácil renunciar y cerrarme a la experiencia: "esto no es para mí" " no tengo las aptitudes". En los momentos de temor y de incertidumbre contamos con el apoyo de nuestra respiración, de sentir el peso de nuestro cuerpo sostenido por la tierra y también podemos contar con apoyo de las demás personas. Muchas veces elegimos no pedir apoyo a los otr@s por temor a mostrarnos vulnerables, por el miedo al rechazo, por introyectos como: " solo la gente débil pide ayuda" "debo poder sola". Tras un rato de acompañarme y de enseñarme, mi amiga se fue a la pista más grande y yo me quede practicando lo que había aprendido. Las palabras de ella y la confianza que me había dado ya estaban en mí. Ya no estaba sola. Al sentir más confianza comencé a disfrutar.
¡Podía controlar la velocidad y frenar al desearlo!
Me sentía entusiasmada al descubrirme haciendo algo que creía imposible: después de todo, esquiar si podía ser para mí. El apoyo del entorno nos invita a ir más allá de lo que conocemos de nuestra persona. Alguien que confía en nosotr@s, que esta ahí para sostenernos y para ayudarnos a levantarnos en el caso de que nos caigamos, puede ayudarnos a sacar nuestro máximo potencial. Fue entonces cuando mi amiga habló de ir a la montaña más alta.
Mi primera reacción fue : ¿¿cómo voy a bajar esa montaña si con trabajo sobrevivo en la de principiantes?? Ella me aseguro que iba a poder, que íbamos a ir despacio, que no era tan difícil como parecía, que ella iba a estar acompañándome en todo momento y que me ayudaría a hacerlo. Lo que parecía imposible de repente se volvió el siguiente plan. Me dijo que las vistas eran hermosas y que a mitad del camino había un café donde podríamos encontrar una buena recompensa tras el esfuerzo. Así fue como fuimos subiendo poco a poco en el teleférico. Yo con el cuerpo adolorido, con la excitación y los nervios por este nuevo reto. Al llegar a la montaña alta me di cuenta que mi amiga tenia razón, los paisajes eran hermosos.
Me alegré de haber subido y de encontrarme en medio de los Pirineos viendo su grandeza y esplendor. Me sentí agradecida. Pienso en las veces que tenemos ideas rígidas sobre "quienes somos" o nos decimos "aquello no es para mí" y de cómo esto puede impedirnos vivir experiencias y conocer nuevos aspectos de nuestro ser. Comenzamos a bajar la montaña, de nuevo llego el miedo. Mi amiga me iba acompañando momento a momento, se adelantaba para esperarme un poco más abajo, para sostenerme en caso que saliera a toda velocidad o al menos para darme la confianza de que intentaría hacerlo. Verla segura me calmaba.
Me recordaba con qué pierna hacer presión y hacía que lado girar, me decía que no mirara hacia abajo, que me enfocara en el camino y en disfrutar los paisajes.
Me reforzaba los logros que iba teniendo: "bien" "ya lo tienes".
Todo esto me daba seguridad.
Pienso en que muchas de la habilidades que desarrollamos y que mucho de lo que logramos en nuestras vidas está relacionado con alguien que creyó en nuestra persona y que estuvo para nosotr@s.
Posteriormente esas mirada y esas palabras quedan formando parte de nuestro fondo de auto apoyos a los que podemos recurrir en cualquier momento.
Aunque tuve algunas caídas, algunas lágrimas y el tramo final lo baje caminando, puedo decir que viví una gran experiencia, que tuve momentos de contemplación, de disfrute, de enfrentarme al miedo y de reconocer cuando realmente había llegado a mí límite.
Contrario a lo que nos enseña el paradigma individualista: "no necesitas a nadie mas que a tí mism@" "no debes depender de los demás", cada vez me convenzo más de lo mucho que nos necesitamos unos a otr@s y que el mostrar nuestra vulnerabilidad y el dejarnos apoyar es un acto de valentía que nos da la oportunidad de encontrarnos con las demás personas y relacionarnos de forma más auténtica.
Siento una infinita gratitud hacia todas esas personas que con sus miradas me han ayudado a tener una mejor relación conmigo misma.
También reconozco otras ocasiones en las que he tenido la oportunidad de ser el apoyo para que otras personas se den cuenta de su propia belleza y de su propia fuerza. Algunas veces nos toca recibir el apoyo y nutrirnos del otr@, en otras ocasiones somos quienes damos ese apoyo a los demás. Creo que ambas experiencias nos enriquecen y nos transforman. Psic. Teresa Salgado Borge
Psicoterapeuta Gestalt
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