Al reflexionar sobre la interrupción del embarazo y la necesidad de brindar apoyo emocional y contención a las mujeres que deciden hacerlo, me doy cuenta de la gran cantidad de matices que incluye esta experiencia.
Me parece importante mencionar que la única causa por la que es legal interrumpir un embarazo en los 32 estados de la República Mexicana, es en caso de que este sea producto de una violación. Las demás causas por las que la ley lo permite (varían de acuerdo al estado) son: que la salud o la vida de la madre esté en riesgo, que el feto presente una malformación o enfermedad congénita grave, haber sido producto de una inseminación artificial en contra de la mujer, por economía precaria, por aborto imprudencial. El aborto inducido por libre decisión, es legal únicamente en la ciudad de México y en Oaxaca, dentro de las primeras 12 semanas de embarazo.
Un gran número de las mujeres que interrumpen su embarazo dentro de los términos de la legalidad, tienen que enfrentarse a diferentes problemáticas tales como: el trauma que conlleva vivir una violación, la violencia ejercida por las personas que prestan los servicios públicos, la discriminación del personal de salud (incluso la negación de brindarles estos servicios) y falta de personal sensibilizado. En otras ocasiones, cuando el embarazo era deseado y se tiene que interrumpir por problemas de salud de la madre o del feto, conllevará la asimilación de la pérdida.
Todas las mujeres mexicanas que no se encuentran en la ciudad de México o en Oaxaca y que quieren realizarse un aborto inducido por libre decisión tienen que hacerlo de forma clandestina, privadas de tener acceso a servicios de salud que garanticen su seguridad, con el riesgo de la penalización legal en caso de ser descubiertas.
Me atrevería a asegurar que interrumpir un embarazo no es algo que ninguna mujer haga por gusto y que conlleva una serie de dificultades, que impactarán en mayor o menor medida en su vida.
La experiencia de abortar es única e irrepetible en cada mujer y está relacionada con una serie de factores que incluyen tanto su fondo personal, el momento de vida en el que se encuentra y el medio que le rodea. Dependerá de su historia, de sus circunstancias particulares, del contexto en el que ha crecido y en el que vive, de los diferentes discursos que ha escuchado a lo largo de su vida en relación al tema, de sus creencias personales -las cuales no siempre son claras-, etc.
Cuando una mujer decide interrumpir su embarazo, puede estar a favor o en contra del aborto, y esto jugará un papel importante en la construcción del significado de su experiencia.
En algunas ocasiones la mujer que interrumpe su embarazo lo hace con la plena certeza de que es lo mejor para ella, que simplemente no lo desea, que esto cambiaría los planes que tiene para su vida en ese momento. En otras ocasiones, sí lo desea, pero considera que las condiciones de su vida no son las óptimas para traer un hijo/hija al mundo, por lo que su decisión conlleva una renuncia dolorosa.
Aunque la mujer este plenamente convencida de su decisión y tenga la certeza que decidir sobre su cuerpo es su derecho, puede haber miedo por el procedimiento en sí mismo, quizá miedo ante la certeza de todo lo que hubiera podido representar este embarazo en su vida. Podría experimentar tristeza al no contar con el apoyo que esperaba de su pareja o por vivir sola este proceso. Otras veces, podría sentir culpa o enojo hacia sí misma por haber permitido que esto sucediera, por no haberse cuidado mejor; o tal vez el enojo pudiera ser hacía su pareja por haber confiado que le cuidaría. Estas son solo unas de las muchas posibilidades.
Cuando la mujer que interrumpe su embarazo, está en contra de este procedimiento, la carga emocional puede ser aún más dura y sentir que está traicionándose a sí misma, a sus creencias personales o religiosas, o a alguna persona importante en su vida.
Podemos decir que la vivencia subjetiva de una mujer al interrumpir un embarazo es co-creada con su entorno. El contar o no contar con apoyo al momento de tomar la decisión, durante y después, es un factor importante. El llevarlo a cabo con el estrés adicional de la clandestinidad, muchas veces en secreto, lo puede convertir en una experiencia generadora de ansiedad, culpa y vergüenza. Cuando el entorno que le rodea no apoya su decisión, pueden haber reproches explícitos o simplemente no hablarse del tema, pero sentirse el juicio silencioso.
Cuando llega a terapia una mujer que ha vivido un aborto inducido, siento la profunda necesidad de que sepa que su experiencia es bienvenida, que respeto profundamente su decisión y que puedo imaginar que fue lo mejor que pudo hacer en ese momento de acuerdo a sus circunstancias y necesidades. Me parece importante explorar lo que significó para ella interrumpir su embarazo, de qué forma lo vivió, cuáles fueron sus apoyos, o cómo ha sido vivirlo en soledad y en secreto. Dar espacio para procesar su experiencia, con sus diferentes matices, con sus diferentes emociones.
El entorno en el que nacemos y crecemos desempeña un papel importante en nuestro desarrollo; la experiencia de cómo somos recibidos/as en el mundo impacta en nuestra vida. Las condiciones del medio que nos rodea, la posibilidad de nuestros cuidadores primarios de darnos amor, seguridad, posibilidades, tiempo, recursos influirán en nuestra forma de sentirnos, de relacionarnos, de estar en el mundo; crecer sin amor y en soledad puede ser una experiencia dolorosa.
Me parece importante nombrar lo amoroso que hay en el acto de elegir no continuar un embarazo que conllevaría que la persona que llegue al mundo, no cuente con ese entorno preparado para darle las condiciones que todo ser humano necesita.
Me quedo reflexionando sobre la importancia de crear espacios para que las mujeres podamos hablar de nuestro derecho a la no maternidad, para procesar las experiencias de abortos inducidos, para apoyarnos y dejar de vivir estas experiencias en soledad. No sabemos hasta cuándo estará en México penalizado el aborto inducido por libre elección, pero lo que si podemos hacer es crear redes de apoyo y contención. Normalizarlo y ser empáticos/as.
Psic. Sex. Teresa Salgado
Psicoterapeuta Gestalt.
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