Escucho a muchas personas decir que la terapia no es para ellas.
A algunas, les veo padeciendo diferentes malestares emocionales, en un círculo de sufrimiento del que parece no haber escapatoria.
En ocasiones, me hace sentir impotencia.
Me repito a mí misma con resignación que debo respetar el proceso y la vivencia de cada persona, al final, ¿quién soy yo para saber qué es lo mejor para alguien más?
Pero reconozco que me duele ver a algún ser querido pasándosela mal y sin considerar esta alternativa.
En mi experiencia, ir a terapia es y ha sido un apoyo fundamental. Me ha ayudado a conocerme, a reconciliarme con aspectos de mi vida y aceptarme cada día un poco más.
He visto los grandes cambios que experimentan las personas cuando comienzan a ir a terapia, independientemente del enfoque que elijan.
También veo el crecimiento de mis pacientes.
Esto me hace preguntarme ¿Qué significado puede tener para muchas personas el hecho de ir a terapia?
He escuchado frases como “la terapia es para locos” “es para gente que sí está muy mal”, “yo no he vivido algo tan malo como para ir a terapia” “voy a pagar para que me digan lo que ya sé”.
Me doy cuenta que partiendo de ideas como estas, la posibilidad de ir a terapia me resultaría además de amenazante, muy poco atractiva.
Creo que estas creencias en relación a la terapia no han surgido de la nada. Están envueltas de estereotipos y construcciones sociales aprendidas.
Surgen en un contexto en el que el modelo científico y medico ha sido el predominante por mucho tiempo.
Desde esta mirada las personas estamos SANAS o ENFERMAS. Las personas “sanas” no necesitarían ir a terapia, mientras que las personas “enfermas” serían el público que recurriría a un terapeuta.
La relación terapeuta-paciente sería la equivalente a la de un experto que sabe que es lo mejor para el otro, una relación vertical, la cual pudiera ser considerada como invasiva y rechazable para muchas personas.
Sin embargo, la persona que va a terapia y lo hace con la intención de sentirse mejor en algún aspecto de su vida, que decide apostarle a su bienestar personal, que asume que siente dolor, que reconoce que necesita apoyo, que toma conciencia de su sentimiento de vacío y que pide ayuda, le apuesta a la vida y me parece que es un reflejo de un estado de salud.
Desde la terapia Gestalt y desde cualquier enfoque humanista, el/la terapeuta acompaña al paciente en su búsqueda personal, desde el reconocimiento de que la persona es la experta en su propia vida y que en ella se encuentran las repuestas.
La relación terapéutica es un lugar de empatía, aceptación, una relación de ayuda horizontal, de encuentro y co-creación, un espacio donde la persona puede explorarse, ampliar la percepción de sí misma, experimentar nuevas formas de relacionarse, en un ambiente seguro de respeto y amor.
Entonces, ¿Todas las personas “debemos” ir a terapia?
Creo que es una decisión muy personal.
Algunas personas consideran que ir a terapia pudiera ser un riesgo para ellas, ya que podría conllevar enfrentarse a ciertos aspectos de sí mismas o las llevaría a realizar ciertos cambios en sus vidas, para los cuales quizá no se sienten listas.
Prefieren no remover las aguas y eligen a conciencia no comenzar un proceso terapéutico.
Otras personas simplemente no sienten la necesidad pues han encontrado otras formas o caminos en los cuales apoyarse y se reconocen en un estado de bienestar y tranquilidad.
La terapia es para cualquier persona que busque sentirse mejor, que quiera un crecimiento personal, cambiar aspectos de su vida que le estén causando malestar, conocerse más, procesar duelos y pérdidas del pasado y sanar heridas.
Para quien busque recibir apoyo, contención, expresar emociones, entenderse, aceptarse e integrar las diferentes partes de su ser. Para quien como dijo Carl Rogers quiera convertirse en sí mismo(a).
Psic. Teresa Salgado Borge
Psicoterapeuta Gestalt
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