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Foto del escritorTeresa Salgado Borge

Vacío fértil


Me encuentro frente a la pantalla de la computadora escribiendo la primera línea, esperando a que me llegue la idea de algún tema acerca del cual hablar e intentar hacer una “reflexión gestáltica” pero he decidido simplemente seguir escribiendo sin buscar algo en particular, probablemente este pudiera ser el equivalente al vacío fértil, ese momento en terapia en el que atravesamos la incertidumbre, en el que no sabemos qué va a venir, qué palabras vamos a decir, pero que es un espacio de cultivo fértil en donde puede salir una cosecha de encuentro, crecimiento, insights, en el que estamos presentes con todos nuestros sentidos, dispuestos a ponernos tal y como estamos, abiertos a lo desconocido, a lo que viene, y a lo que viene comprometidos con la situación.

No se si hacer esta analogía sea del todo adecuado, pero al menos, ya salió un tema… ¿Cómo vivo yo el vacío fértil en psicoterapia?, ¿Cómo lo sostengo? ¿Realmente lo sostengo? Pienso que en algunas ocasiones no logro crear las condiciones necesarias para que emerja  y me llega la ansiedad de no saber hacia dónde vamos mi paciente y yo, con la duda de si estoy atorada ante él/ella (mejor sería decir, atorados juntos), quedándome sin palabras por un breve instante en una experiencia de incomodidad compartida, estos son momentos de poca implicación en los que me quedo en lo individual y dejo solo a mi paciente, quedándome yo sola con el temor de no ser “buena terapeuta”, como si estuviera desnuda, avergonzándome de mi cuerpo expuesto en la carencia. Un momento de auto exigencia.

En ocasiones noto en la mirada de mi paciente que espera que yo le diga algo, como si pudiera intuir que me encuentro a mil años luz de distancia, que quizá ha perdido a su terapeuta. En ocasiones intento resolver haciendo alguna pregunta o retomando algún punto de la sesión en un intento de salir de la desnudez abrumadora, intentando no decepcionarle. Estos son los momentos en los que estoy desconectada de mi sentir frente a mi paciente, con poca conciencia de mis sensaciones y de mi cuerpo, enfocada en el contenido y no atendiendo el diagnostico intrínseco del que habla Francesetti. Con poca conciencia de lo que me pasa ante su presencia, de cómo resueno ante él/ella, de cómo es su tono de voz, de con qué velocidad habla, de cómo esta su respiración, de con qué palabras cambia algo en su expresión, es decir, cuando estoy atendiendo poco a lo fenomenológico. Y volver a esto, regresar a mi cuerpo, es precisamente el antídoto para salir del vacío abrumador y volver a estar realmente con mi paciente.


Otras veces, cuando experimentamos mi paciente y yo el vacío fértil, ese espacio, momento, vibración, me siento presente, ambos estamos implicados, lo sostengo con mi respiración, esperando, atenta de lo que me pasa, atenta de mi paciente, de nuestras resonancias, con conciencia de mi awareness, permitiendo que emerja lo desconocido, cuando nuestro ritmo se vuelve más lento, cambia la atmósfera y la energía en el consultorio, como si se volviera más viva, con una densidad excitante, y yo, me descubro, presente, esperando como cuando amorosamente alguien espera a aun ser querido, pero en este caso para recibir al awareness, a la experiencia y a mi paciente en su totalidad, a aquello que me resulta atractivo, a lo que nos diferencia, y estoy ahí para el/ella, en ocasiones con seguridad, otras con temor, con mi propio fondo, con nuestro fondo compartido, con el ello de la situación pulsando, en estos momentos, soltamos las riendas que conducen nuestros automatismos encontrándonos de forma espontánea, el/ella y yo, convertidos en un nosotros, transformándonos mutuamente, co-afectándonos, sanando, y yo, volviendo a confiar en que todo lo humano me toca de alguna forma, que nada de lo humano tendría que serme indiferente.

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